Por una transmisión fiel del carisma recibido como don

Los estatutos de las asociaciones como “garantía de la custodia del carisma” que las ha generado.

Un texto estatutario refleja y protege la vida y el carisma típicos de una realidad eclesial

Si se mira a las normas estatutarias, a la estructura que necesariamente dan a las realidades eclesiales inspiradas por el Espíritu Santo, se piensa espontáneamente en un “encajonamiento de la creatividad del Espíritu”. Pero “un texto estatutario, en la medida en que refleja la vida y el carisma típicos de una realidad eclesial, la protege ya que identifica los modos apropiados para vivirla y aplicarla concretamente”. De esta manera Linda Ghisoni, Subsecretaria del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, explicó el significado de un estatuto para una asociación reconocida por la Iglesia, y en particular para una asociación que crece y se difunde, y está llamada a transmitir fielmente su identidad a lo largo del tiempo. Estas palabras fueron pronunciadas a la ocasión de la Conferencia General de la Comunidad Magnificat, una realidad carismática nacida en Perugia (Italia), cuyo estatuto está siendo estudiado por el Dicasterio, con vistas a su aprobación.

Linda Ghisoni intervino en la mañana del 30 de abril, llevando los saludos del Prefecto, de los demás superiores y de los funcionarios que acompañan diariamente a las asociaciones de fieles y otras entidades reconocidas o erigidas por la Santa Sede. Un texto estatutario, explicó la Subsecretaria, es la custodia del carisma, una custodia que identifica los modos adecuados para vivir y aplicar dicho carisma concretamente”, una tutela “garantizada por la autoridad de la Iglesia que aprueba el estatuto, que también se sirve (...) de la experiencia adquirida en el acompañamiento de la vida y el desarrollo de las asociaciones de fieles”.

Vivir la responsabilidad de gobierno como un servicio

A la asamblea de participantes, reunidos recientemente en Chianciano para la XXI Conferencia, Linda Ghisoni, seguidamente, recordó la importancia de vivir la responsabilidad de gobierno como un servicio al carisma específico, y a los hermanos y hermanas que lo comparten. “Saber ser servidores de los dones recibidos como amigos, hermanas y hermanos del Señor, nos da auténtica confianza y libertad para servir”. Animando a perseverar en el don “recibido para el bien común”, concluyó exhortando a los presentes a asumir las intenciones de oración del Santo Padre y las prioridades de evangelización que no cesa de indicar.