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P. Alexandre Awi Mello, I.Sch.: Hacia una pastoral juvenil sinodal, popular y misionera

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Hacia una pastoral juvenil sinodal, popular y misionera - PPT

 

Hacia una pastoral juvenil sinodal, popular y misionera  - P. Alexandre Awi Mello, I.Sch.

 

1.      Introducción

En primer lugar, aunque probablemente muchos ya me conocen, quisiera presentarme. Soy brasileño, de Rio de Janeiro, sacerdote hace casi 18 años, miembro del Instituto Secular Padres de Schoenstatt. Durante 16 años, es decir, todos los años de mi vida sacerdotal anteriores a mi llegada a Roma, yo trabajaba con la Pastoral Juvenil, primero a servicio de una parroquia y una diócesis, y después como asesor de la Juventud del Movimiento Apostólico de Schoenstatt, al cual pertenezco desde 1991.

De esta forma, la reflexión que haremos ahora no parte de la teoría, sino de mi experiencia de trabajo con jóvenes. Sin embargo, soy absolutamente consciente de que “todo punto de vista es la vista de un punto”, es decir, mi experiencia no vale para todos, y no tengo intención de tener razón ni ser absoluto, ya que las realidades juveniles son tan distintas. Justamente por eso, en América Latina se optó por hablar de juventudes (en plural) y no solamente de juventud (cf. DF 10).

El objetivo de la presente exposición es estimular a cada uno de ustedes a que puedan dar su aporte en la aplicación de las conclusiones del “Sínodo sobre los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional” y de los impulsos dados por el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Post-sinodal Christus Vivit (ChV). Por eso la frase que acompaña este último día de Foro es: “Jóvenes en acción en una Iglesia sinodal: nuestro aporte”.

¡Es el momento de ir a lo concreto, partir para la acción! ¿Cuál es tu aporte? El próximo lunes, ¿qué le vas a decir a los tuyos, a los jóvenes de tu Conferencia Episcopal o de tu movimiento eclesial? Probablemente vas a decir que el Foro fue interesante, conociste a gente de muchos otros países, vas a mostrar fotos, quizás te vas a acordar de repetir algunas de las palabras del Papa en la audiencia de mañana… Pero, en concreto, ¿qué piensas hacer, qué les vas a proponer respecto a la Pastoral Juvenil de tu país o de tu movimiento?

Insisto ahora en esta dimensión: la Pastoral Juvenil, pues ese es el ámbito específico de nuestro dicasterio y el motivo por el cual ustedes – y no otros jóvenes – fueron convocados para este Foro. Christus vivit y el documento final del último Sínodo (DF) plantean innúmeros desafíos para la Iglesia (por ejemplo, en el ámbito de la familia, de la parroquia, de la educación escolar, de los seminarios, de las casas de formación religiosa, etc), pero quisiéramos ahora afrontarlos desde la perspectiva de la Pastoral Juvenil, que es dónde ustedes y nosotros trabajamos.

Sin perder de vista la totalidad de los impulsos del Sínodo, se trata ahora de confrontarnos con algunos números del DF, como por ejemplo, los nn. 16, 138 a 146, y muy especialmente con el capítulo VII de ChV (202 a 247), pues fue el mismo Papa Francisco que quiso dedicar uno de los nueve capítulos de la exhortación a la “Pastoral Juvenil”.

De forma general, el Papa Francisco habla de dos grandes líneas de acción de la pastoral juvenil: “Una es la búsqueda, la convocatoria, el llamado que atraiga a nuevos jóvenes a la experiencia del Señor. La otra es el crecimiento, el desarrollo de un camino de maduración de los que ya han hecho esa experiencia.” (ChV 209).

Sobre la búsqueda, el Papa confía en la creatividad de los jóvenes para atraer a otros jóvenes, sembrando el primer anuncio en el corazón de otros jóvenes, y da ejemplos concretos (ChV 210), tales como: festivales, competencias deportivas, evangelizar en las redes sociales con mensajes, canciones, videos y otras intervenciones; los “retiros de impacto”; conversaciones en un bar, en la facultad, etc. Lo importante es acercarse a los jóvenes “con la gramática del amor, no con el proselitismo”, con la gramática de la cercanía y de la coherencia (cf. ChV 211).

En cuanto al crecimiento, Francisco invita a no quedarse solamente en la formación doctrinal y moral[1], porque así “muchos jóvenes se aburren, pierden el fuego del encuentro con Cristo y la alegría de seguirlo” (ChV 212). Lo importante es “suscitar y arraigar las grandes experiencias que sostienen la vida cristiana”, cultivar un gran amor por Dios y por el prójimo, el encuentro con Dios por el kerygma y el encuentro con el hermano por el servicio, vivido en comunidad y atento a los más pobres (cf. ChV 213-215).

El título de nuestra presente reflexión trata de poner en evidencia tres dimensiones de la Pastoral Juvenil que el Papa destaca: esta debe ser una pastoral sinodal, popular y misionera. Veamos cada una de ellas y tratemos de dar ejemplos de cómo se puede colocar en práctica esas ideas. En otras palabras, se trata de ayudarles a responder con creatividad a las preguntas: “cuál es mi aporte”, “qué puedo sugerir que se haga concretamente en mi país o en mi movimiento”, “como podemos continuar el camino sinodal en nuestras comunidades eclesiales”, para que nuestra Pastoral Juvenil sea cada vez más sinodal, popular y misionera.

Pero confrontémonos primero con una actitud general, una especie de presupuesto fundamental en la Pastoral Juvenil: el acompañamiento. Sin acompañamiento de los jóvenes, sea por parte de los adultos como de otros jóvenes, todo el trabajo corre el riesgo de ser una hermosa construcción, pero que no resiste a los embates de la vida concreta, pues las dudas, inseguridades y dificultades se multiplican a cada día y necesitan ser acompañadas. Aunque en la exposición anterior P. Rossano Sala ya se habló de esto, el Papa también lo menciona cuando habla de la Pastoral Juvenil en el capítulo VII de ChV. Comencemos entonces por ahí.

 

2.      Una actitud pastoral fundamental: el acompañamiento

En las reflexiones del proceso sinodal, la importancia de acompañar a los jóvenes fue uno de los temas más presentes, que aparecía siempre unido al tema de la escucha y del discernimiento. Una escucha empática, que no abandona al joven en su búsqueda, sino que lo acompaña en el proceso de discernimiento de la voluntad de Dios. Ese acompañamiento es expresión de una Iglesia, casa para los jóvenes, manifestación de la maternidad universal de la Iglesia (cf. DF 138).

El acompañamiento es un “estar junto” incondicional, pero que respeta la libertad del joven. La familia es claramente el primer espacio de acompañamiento, que infelizmente por diversos factores no siempre logra cumplir bien su misión. Complementando la familia, la Pastoral Juvenil “propone un proyecto de vida desde Cristo” (ChV 242), una pastoral entendida en clave vocacional (cf. DF 139-140). De ahí la importancia de trabajar de forma coordenada e integrada con la Pastoral Familiar y la Pastoral vocacional (cf. DF 141), o en sentido más amplio, la importancia de toda la comunidad cristiana en ese acompañamiento (cf. ChV 243). Sin embargo, se constata la carencia de personas capacitadas (ni siquiera entre los padres, seminaristas y religiosos), con ganas y tiempo para dedicarse a este acompañamiento. Se invierte poco en esa formación y falta aún un reconocimiento institucional para ese imprescindible servicio eclesial (cf. ChV 244; DF 9).

Los mismos jóvenes, en la reunión pre-sinodal, solicitaron acompañamiento y caminos formativos especialmente para los jóvenes que se perfilan como líderes (cf. ChV 245), y describieron en detalle cuáles son las características que ellos esperan encontrar en un acompañante: autenticidad, bondad, compromiso con la Iglesia y con el mundo, búsqueda de santidad, mas sin juzgar a los demás, sabiendo escuchar, reconociendo los propios límites y pecados, etc. (cf. ChV 246).

Estas características se pueden encontrar no solo en adultos, mas también en jóvenes que acompañan otros jóvenes. Es una experiencia que conozco y que da cierto en muchos lugares. Los adultos pueden ayudar mucho, pero es muy eficaz también que jóvenes más experimentados en el camino de fe puedan acompañar a otros jóvenes, sea en las dinámicas individuales o de grupo.

Todo este trabajo de acompañamiento debiera apuntar a que la Pastoral Juvenil sea más sinodal, popular y misionera, tal como el Papa la describe en ChV. Veamos cada una de estas dimensiones.

 

3.      Una pastoral juvenil sinodal

Comencemos con un texto-clave: “La pastoral juvenil sólo puede ser sinodal, es decir, conformando un ‘caminar juntos’ (…) ‘hacia una Iglesia participativa y corresponsable, capaz de valorizar la riqueza de la variedad que la compone, que acoja con gratitud el aporte de los fieles laicos, incluyendo a jóvenes y mujeres, la contribución de la vida consagrada masculina y femenina, la de los grupos, asociaciones y movimientos. No hay que excluir a nadie, ni dejar que nadie se autoexcluya’.” (ChV 206; DF 123).

El Papa cree que la Iglesia atrae a los jóvenes justamente porque no es “una unidad monolítica”, sino “un entramado de dones variados” del Espíritu, un “poliedro” (ChV 207; cf. EG 236) e interpreta “la proliferación y crecimiento de asociaciones y movimientos con características predominantemente juveniles” como “una acción del Espíritu que abre caminos nuevos” (ChV 202). Pero invita a vivir esa realidad sinodalmente, en dos dimensiones: con el todo de la comunidad (en la así llamada “pastoral de conjunto”) y con los otros movimientos y asociaciones juveniles “en una mejor coordinación de la acción” (ChV 202). Esto no significa que se debe hacer siempre todo junto, mas coordinadamente y en espíritu de comunión.

Agrego a esto otra expresión de sinodalidad (de “caminar juntos”): la relación fructuosa entre los grandes eventos y la vida cuotidiana de la Pastoral Juvenil (cf. DF 142). Los eventos masivos (como la JMJ, grandes shows o peregrinaciones) son muy importantes para compartir con alegría la fe entre jóvenes de tantas proveniencias y para crecer en el sentido eclesial. Y “los mejores frutos de esta experiencia”, dicen los Padres Sinodales, “se recogen en la vida cuotidiana. Es así importante que se proyecten y realicen estas actividades como etapas significativas de un proceso virtuoso más amplio” (DF 142), que es el acompañamiento de la vida eclesial de los jóvenes y de los grupos juveniles en las parroquias y movimientos.

En ese sentido quisiera apuntar a algunas “buenas prácticas”[2], que pueden ser útiles al momento de proponer la aplicación del Sínodo a nuestras Conferencias Episcopales y Movimientos. En otras palabras, ¿Cómo podemos cultivar una pastoral juvenil sinodal?

a)      Que en cada parroquia y/o diócesis exista una coordinación que reúna los grupos juveniles que actúan en aquel territorio, no como una “superestructura” que “gobierne” los grupos, mas que los coordine en algunas acciones específicas y represente la Pastoral Juvenil en el Consejo de Pastoral Parroquial/Diocesano. Esta es una buena práctica en muchos lugares y uno de los espacios más concretos de participación sinodal para nuestros jóvenes.

b)      Un ejemplo de cómo esto se puede dar también en nivel de Conferencia Episcopal es la coordinación nacional de la Pastoral Juvenil de la CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos de Brasil), que contempla representantes de todas las fuerzas apostólicas que trabajan con juventud.

c)      También es un ejercicio sinodal el esfuerzo de trabajar juntos con los demás grupos pastorales de la parroquia/diócesis: Pastoral Familiar, Pastoral Vocacional, Catequesis, etc. EL DF 141 habla de trabajar “más por proyectos que por departamentos”, pasando de la “fragmentación a la integración”.

d)      La sinodalidad – es decir, el “caminar juntos” – se da especialmente en las “estructuras de acompañamiento” que existen en muchas diócesis. Debemos insistir con nuestros obispos y responsables de la Pastoral Juvenil en la importancia de invertir fuerzas, personas y dinero en formar jóvenes y adultos para a “pastoral de la escucha”, para el acompañamiento espiritual, la elaboración del “proyecto de vida”, la formación de asesores para la Pastoral Juvenil, etc.

e)      Otro ámbito para el protagonismo sinodal de los jóvenes son los Consejos de Juventud que existen en el ámbito civil (municipal, provincial, estatal), en los cuales nuestros jóvenes pueden representar los intereses de la juventud cristiana junto a las instancias públicas en el momento de pensar políticas públicas para la juventud (e incluso en otros ámbitos).

f)       Otra expresión de sinodalidad, sugerida a las Conferencias Episcopales en el DF 140, es tener un claro “Directorio de pastoral juvenil” en clave vocacional, que ayude a los agentes pastorales en la formación y acción con y para los jóvenes. Sé que el CELAM, por ejemplo, tiene un directorio que ayuda mucho a la Pastoral Juvenil en el continente.

g)      No puedo dejar de mencionar también el pedido de los Padres Sinodales de que se refuerce el trabajo de nuestro dicasterio, en especial a través de la constitución de un organismo de representación juvenil en nivel internacional (cf. DF 123), sobre el cual hablaremos hoy en la tarde.

 

4.      Una pastoral popular juvenil

Llama la atención que el Papa haya dedicado nueve parágrafos para hablar de ese tema que, como tal, no aparece en ninguno de los documentos preparatorios del Sínodo ni tampoco en el Sínodo mismo. Creo sinceramente que es una de las reflexiones más originales de Christus vivit, que nasce del corazón del Papa y de su larga experiencia de trabajo pastoral en ambientes populares. Casi hay que “hacerse argentino” o hacer la experiencia de “incursión pastoral” en una villa o favela latinoamericana para entender bien lo que el Papa quiere decir. Hice mi noviciado en una de esas villas, en el sur de la Provincia de Buenos Aires y, con el permiso de ustedes, quisiera atreverme a dar una explicación de este punto, que pasa inadvertido para la mayoría de los lectores.

El Papa dice claramente que “además de la pastoral habitual que realizan las parroquias y los movimientos, según determinados esquemas, es muy importante dar lugar a una ‘pastoral popular juvenil’, que tiene otro estilo, otros tiempos, otro ritmo, otra metodología.” (ChV 230). Se trata, por lo tanto, de algo que nuestros movimientos y grupos tradicionales no están acostumbrados a hacer. Se refiere a los “jóvenes reales”, “líderes naturales”, presentes en los diversos ambientes que frecuentamos, especialmente en los barrios populares (por eso “pastoral popular”).

Según el Papa, se trata de jóvenes creyentes, en quienes el Espíritu ha sembrado dones, pero que no están en nuestros grupos parroquiales y movimientos, y no se encajan fácilmente en nuestros esquemas. Francisco invita a integrarlos desde “una pastoral más amplia y flexible que estimule (…) esos liderazgos naturales y esos carismas” (ChV 230).

Como no son “de los nuestros” y no viven normalmente como “un cristiano debería vivir”, nuestra tendencia es ponerles “obstáculos, normas, controles y marcos obligatorios a esos jóvenes”. Pero el Papa nos invita a simplemente “acompañarlos y estimularlos, confiando un poco más en la genialidad del Espíritu Santo que actúa como quiere” (ChV 230).

La ventaja de integrar a esos “líderes realmente ‘populares’, no elitistas o clausurados en pequeños grupos de selectos” es que ellos tienen una identificación natural con “el sentir del pueblo” y nos ayudan a “ser pueblo”, generando así una auténtica “pastoral popular”. El Papa cita un documento fundamental en la historia de la Iglesia argentina, el Documento de San Miguel (1969), que invitaba a esa “pastoral popular”, capaz de “auscultar el sentir del pueblo, a constituirse en sus voceros y a trabajar por su promoción” (X,1). Explica el concepto de “pueblo” como “el conjunto de personas que no caminan como individuos sino como el entramado de una comunidad de todos y para todos, que no puede dejar que los más pobres y débiles se queden atrás”, y cita a un gran teólogo argentino, uno de los padres de la Teología del Pueblo, Rafael Tello.[3]  Francisco cree en la fuerza de los “líderes populares” como “aquellos que tienen la capacidad de incorporar a todos, incluyendo en la marcha juvenil a los más pobres, débiles, limitados y heridos. No les tienen asco ni miedo a los jóvenes lastimados y crucificados.” (ChV 231)

Esa pastoral popular juvenil es capaz también de integrar a “los jóvenes que no crecieron en familias o instituciones cristianas, y están en un camino de lenta maduración”, estimulando en ellos el “bien posible” (cf. ChV 232; EG 44-45). Tengan presente, por ejemplo, que en Buenos Aires el Cardenal Bergoglio creó un seminario especial para los jóvenes que venían de las villas, a fin de respetar la originalidad de su proceso de maturación vocacional.

En ese contexto, Francisco hace una seria advertencia a no “pretender una pastoral juvenil aséptica, pura, marcada por ideas abstractas, alejada del mundo y preservada de toda mancha”, porque así alejamos el Evangelio de las “culturas juveniles” y lo restringimos a “una élite juvenil cristiana que se siente diferente, pero que en realidad flota en un aislamiento sin vida ni fecundidad. Así, con la cizaña que rechazamos, arrancamos o sofocamos miles de brotes que intentan crecer en medio de los límites.” (ChV 232)

 

Por lo tanto, una pastoral popular juvenil no sufoca con un conjunto de reglas estrechas y moralistas, sino que apuesta en la audacia de los jóvenes del pueblo, educándolos “para que asuman sus responsabilidades, seguros de que incluso el error, el fracaso y las crisis son experiencias que pueden fortalecer su humanidad” (ChV 233; DF 70). Es una pastoral juvenil inclusiva, de puertas abiertas a todos los tipos de jóvenes, sin exigir que cada uno, de frentón, “asuma completamente todas las enseñanzas de la Iglesia para que pueda participar de algunos de nuestros espacios para jóvenes” (ChV 234). Una pastoral popular juvenil es capaz de ofrecer “espacio a todos y a cada uno con sus dudas, sus traumas, sus problemas y su búsqueda de identidad, sus errores, su historia, sus experiencias del pecado y todas sus dificultades” (ChV 234), incluso los que “tienen otras visiones de la vida, profesan otros credos o se declaran ajenos al horizonte religioso” (ChV 235), porque “todos los jóvenes, sin exclusión, están en el corazón de Dios y, por lo tanto, en el corazón de la Iglesia” (ChV 235). Y, en ese sentido, las reflexiones del Papa sirven para todos los países del mundo y no solo para Argentina o para los países marcados por una clase popular pobre.

El Papa opone así una pastoral juvenil popular a una “elitista” y la caracteriza como un “proceso lento, respetuoso, paciente, esperanzado, incansable, compasivo”, como el que hizo Jesús con los discípulos de Emaús (cf. ChV 236-237) y el que podemos hacer en cada uno de nuestros países. Sin embargo, es importante dejar claro que respetar al otro en la condición en que se encuentra no significa dejarlo allí dónde está, es decir, debemos anunciar el kerygma, invitar al encuentro con Cristo, dar testimonio de la alegría de ser cristiano y dejar espacio a la acción del Espíritu, que transforma “el caos en cosmos”. Un amigo me ha siempre recordado que “Dios me ama exactamente como soy y me ama demasiado para dejarme así como estoy.”

En el contexto de la pastoral popular, Francisco destaca la gran fuerza evangelizadora de la piedad popular, como había ya indicado en EG 122-126. Siguiendo el Documento de Aparecida (n. 258-265), que ayudó a escribir, el Papa la considera una auténtica forma de espiritualidad, una mística popular. El entonces Cardenal Bergoglio aprendió mucho con ese tipo de piedad, especialmente con los jóvenes durante las peregrinaciones anuales a Luján.[4] De ahí se entiende lo que dice en ChV 238: “Las diversas manifestaciones de piedad popular, especialmente las peregrinaciones, atraen a gente joven que no suele insertarse fácilmente en las estructuras eclesiales, y son una expresión concreta de la confianza en Dios. Estas formas de búsqueda de Dios, presentes particularmente en los jóvenes más pobres, pero también en los demás sectores de la sociedad, no deben ser despreciadas sino alentadas y estimuladas. Porque la piedad popular ‘es una manera legítima de vivir la fe’ (EG 124) y es ‘expresión de la acción misionera espontánea del Pueblo de Dios’ (EG 122).”

En ChV el Papa valoriza el ejemplo misionero de un joven que invita otro a una peregrinación para pedirle ayuda a la Virgen: “con ese simple gesto está realizando una valiosa acción misionera.” Por eso recuerda que “junto con la pastoral popular juvenil hay, inseparablemente, una misión popular, incontrolable, que rompe todos los esquemas eclesiásticos. Acompañémosla, alentémosla, pero no pretendamos regularla demasiado.” (ChV 239)

Con la citación anterior ya entramos en la última parte de la presentación: una pastoral misionera. Pero antes de avanzar, como hice en el punto anterior, también aquí quisiera apuntar a algunas “buenas prácticas”, que pueden ser útiles al momento de proponer una “pastoral popular juvenil” a nuestras Conferencias Episcopales y Movimientos. En otras palabras, ¿Cómo podemos cultivar una pastoral juvenil que sea popular e inclusiva?

a)      Valorar y promover encuentros y actividades con jóvenes que viven en los medios más populares y no necesariamente están vinculados con las estructuras clásicas de la Iglesia, ni estudian en escuelas católicas, que no viven necesariamente la moral católica, pero tienen fe (una semilla a veces recibida culturalmente) y ejercen un liderazgo en su ambiente.

b)      Cultivar con los jóvenes las más variadas expresiones de la piedad popular, en particular las procesiones y las peregrinaciones a los santuarios. En la visita ad limina de los obispos de Bielorrusia a nuestro dicasterio nos dieron un hermoso testimonio de cómo las peregrinaciones juveniles siguen siendo una fuerte expresión de la fe popular de la juventud de su país. Como ya dije, un buen ejemplo es también la peregrinación anual de un millón de jóvenes de la diócesis de Buenos Aires al Santuario de la Virgen de Luján, patrona de Argentina.

c)      Realizar actividades culturales, deportivas, políticas o interreligiosas, que atraigan a los jóvenes de los ambientes populares (o jóvenes normalmente excluidos de los ambientes eclesiales) y los estimule a un contacto más cercano a la Iglesia. Es lo que hace, por ejemplo, tantos Oratorios de Don Bosco, dispersos por el mundo. En este tipo de actividades no aparece en primer lugar la doctrina o la moral católica, sino la fraternidad, la alegría de compartir, la búsqueda del bien común a partir de lo que nos une y no de lo que nos distingue.

 

5.      Una pastoral juvenil misionera

Una última dimensión de la pastoral juvenil que quisiera destacar es su misionariedad. “Si sabemos escuchar lo que nos está diciendo el Espíritu, no podemos ignorar que la pastoral juvenil debe ser siempre una pastoral misionera”, dice el Papa en ChV 240. En sintonía con todo su magisterio, Francisco insiste en una Iglesia “en salida”, compuesta por “jóvenes con zapatos” (y no “jóvenes sofá”, que vegetan en el sofá, como dijo en la JMJ de Cracovia), que va al encuentro de la gente alejada y más necesitada de nuestra atención como “Iglesia Madre”, capaz de realizar una verdadera “revolución de la ternura” porque “sale al encuentro”, no “se balconea” la vida (es decir, que no mira la vida “desde un balcón”, dejándola pasar sin mezclarse en ella, como dijo en la JMJ de Río).

La pastoral juvenil debe ser “siempre misionera”, pero sin esperar que los jóvenes tengan “muchas formación” para salir en misión. La formación se da en la acción y convive con los límites y fragilidades de los misioneros. “No hace falta recorrer un largo camino para que los jóvenes sean misioneros. Aun los más débiles, limitados y heridos pueden serlo a su manera, porque siempre hay que permitir que el bien se comunique, aunque conviva con muchas fragilidades.” (ChV 239)

Los mayores beneficiados de la acción misionera son los propios jóvenes misioneros. Como solemos decir cuando realizamos las misiones populares, por ejemplo, “venimos a misionar y terminamos siendo misionados” por la gente. Los beneficios son múltiples: el joven vence la timidez, toma contacto con la vida real de las personas, valoriza más su familia y su grupo, pasa a ver la vida de forma más completa, fortalece su fe y su sentido de pertenencia a la Iglesia e, incluso, estimulan la pregunta vocacional (cf. ChV 240).

El Papa menciona en concreto dos tipos de experiencia: las visitas a los hogares (podemos pensar en los hogares de ancianos, de niños, o en las casas de familia) y las misiones juveniles. Estimula, además, a que los jóvenes sean creativos para inventar nuevos tipos de misión, como por ejemplo en las redes sociales, a ejemplo de Carlos Acutis (ChV 104-106). “Hay que convocarlos para que las llenen [las redes sociales] de Dios, de fraternidad, de compromiso” (ChV 241), exhorta el Papa.

Como en el punto anterior, también aquí quisiera apuntar a algunas “buenas prácticas”, que pueden ser útiles al momento de proponer una “pastoral juvenil misionera” a nuestras Conferencias Episcopales y movimientos eclesiales. En otras palabras, ¿cómo podemos cultivar una pastoral juvenil que sea realmente misionera, “en salida”?

a)      Las misiones juveniles – mencionadas en ChV 240 e DF 160 – son una forma muy concreta de ejercicio del protagonismo juvenil que contagia cada año a miles de jóvenes. Estas misiones tienen modalidades muy diversas, pero todas son tremendamente fecundas. Puedo mencionar algunas experiencias como, por ejemplo, la Misión en la Amazonia, organizada por la CNBB, o las que los jóvenes de distintos movimientos realizan: Regnum Christi, Schoenstatt, Salesianos, Renovación Carismática en la playa (“Jesús en el litoral”) y tantos otros. Dentro de ese grupo quisiera destacar una modalidad que conquistó Chile y Portugal: la “Misión País”, un tipo de misión para universitarios, que moviliza más de 3 mil jóvenes por año. Vale a la pena conocer esta experiencia y preguntarse si no sería posible hacer algo semejante en el país de ustedes.

b)      Los más diversos tipos de acción social son otra forma de canalizar el espíritu misionero juvenil. El Papa habla muchas veces de las visitas a los hogares de ancianos, donde además de ayudar se aprende mucho en ese “intercambio intergeneracional” tan enriquecedor. Más que conferencias, los jóvenes necesitan de vivencias, experiencias de amor a Dios y al prójimo que no se borrarán más de sus vidas. Una fe viva, concreta, “pé no chão”.

c)      Otra fuerte experiencia misionera juvenil son los festivales de música, porque los jóvenes en general aman la música. Hay festivales de muchos tipos, pero probablemente uno de los más grandes es el Halleluya, organizado por la Comunidad Católica Shalom, que reúne un millón de jóvenes en cada edición. Otro ejemplo es el Nightfever.

d)      Las redes sociales es un tremendo campo para la misionaridad juvenil, como dice el DF 145-146 (“Los jóvenes cristianos, nativos digitales como sus coetáneos, encuentran aquí una auténtica misión, en la cual muchos ya están empeñados.”) Los Padres Sinodales sugirieron a las Iglesias locales la creación de organismos para la cultura y la evangelización digital, que cuenten con el protagonismo de los mismos jóvenes.

e)      En la conclusión del documento final de la reunión pre-sinodal (n. 14) fueron los mismos jóvenes a señalar algunos campos donde pueden ser protagonistas de la misión de la Iglesia. “Algunas iniciativas que consideramos fecundas son: eventos como la Jornada Mundial de la Juventud; cursos y programas que ofrecen respuestas y formación, especialmente para aquellos que se inician en la fe; pastoral de frontera, catecismos juveniles; retiros durante los fines de semana y ejercicios espirituales; eventos carismáticos, coros y grupos de alabanza, peregrinaciones; ligas de deporte católicas; grupos juveniles parroquiales y diocesanos; grupos para estudiar la Biblia; grupos universitarios católicos; “apps” sobre la fe; y la inmensa variedad de movimientos y asociaciones dentro de la Iglesia.” Y señalan aún algunos instrumentos a utilizar (n. 15): multimedia, experiencias anuales (Gap Year Experiences), el campo de las artes y de la belleza, adoración eucarística, testimonios y el mismo proceso sinodal.

f)       Dejo apenas señalados algunos campos de misión juvenil, en los así llamados “areópagos modernos” (una referencia a la experiencia de San Pablo en el areópago de Atenas), es decir, el mundo de la cultura, del deporte, de la política, la economía, la educación, etc. Destaco solamente el mundo universitario. En los lugares donde existe una buena Pastoral Universitaria (lo que infelizmente no es fácil de encontrarse) se suelen organizar misas, misiones, foros de discusión sobre temáticas actuales, servicios de escucha, confesión y acompañamiento espiritual, Campaña de la Virgen Peregrina, etc.

 

Conclusión: la misión de ustedes después del Foro

Después de escuchar tantos ejemplos y estímulos para la acción, la misión de ustedes no es llegar en su país, en su movimiento y obligarlos a realizar algunas de estas cosas. Ciertamente ya hacen muchas otras actividades por allá. Mi intención era simplemente mostrar como la Pastoral Juvenil puede ser dinámica, partiendo de un efectivo acompañamiento e incorporando las dimensiones sinodal, popular y misionera, como nos pide el Papa.

Sin embargo, la misión de ustedes es ayudar a los líderes de la Conferencia Episcopal o del movimiento al cual ustedes pertenecen a hacerse la pregunta sobre el tipo de Pastoral Juvenil que están construyendo. Su misión es ayudarlos a que se dejen interpelar por el documento final del Sínodo y la Exhortación Christus vivit, para que el Sínodo no quede “en el papel” y en las “buenas intenciones” de los Padres y jóvenes sinodales. No esperen a que sus obispos tomen la iniciativa; sean ustedes los primeros a hablar con ellos, con sus Conferencias Episcopales, con sus sacerdotes y, sobretodo, con sus coetáneos, los jóvenes protagonistas, que son – como ustedes – el “ahora de Dios” (ChV 64).

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[1] “Insistí mucho sobre esto en Evangelii gaudium y creo que es oportuno recordarlo. Por una parte, sería un grave error pensar que en la pastoral juvenil «el kerygma es abandonado en pos de una formación supuestamente más ‘sólida’. Nada hay más sólido, más profundo, más seguro, más denso y más sabio que ese anuncio. Toda formación cristiana es ante todo la profundización del kerygma que se va haciendo carne cada vez más y mejor» (EG 165). Por consiguiente, la pastoral juvenil siempre debe incluir momentos que ayuden a renovar y profundizar la experiencia personal del amor de Dios y de Jesucristo vivo. Lo hará con diversos recursos: testimonios, canciones, momentos de adoración, espacios de reflexión espiritual con la Sagrada Escritura, e incluso con diversos estímulos a través de las redes sociales. Pero jamás debe sustituirse esta experiencia gozosa de encuentro con el Señor por una suerte de ‘adoctrinamiento’.” (ChV 214)

[2] “Sería muy deseable recoger todavía más las buenas prácticas: aquellas metodologías, aquellos lenguajes, aquellas motivaciones que han sido realmente atractivas para acercar a los jóvenes a Cristo y a la Iglesia. No importa de qué color sean, si son ‘conservadoras o progresistas’, si son ‘de derecha o de izquierda’. Lo importante es que recojamos todo lo que haya dado buenos resultados y sea eficaz para comunicar la alegría del Evangelio.” (ChV 205)

[3] En la misma perspectiva se deben entender las afirmaciones de Francisco en Evangelii Gaudium (EG) relativas al “gusto espiritual de ser pueblo” (EG 268-274), “un pueblo para todos” (EG 112-114), “un pueblo con muchos rostros” (EG 115-118) y el “lugar privilegiado de los pobres en el pueblo de Dios” (EG 197-201).

[4] Cf. Alexandre Awi Mello, Ella es mi mamá: encuentros del Papa Francisco con María. Buenos Aires: Patris, 2014, 47-60.

 

 

 

21 giugno 2019