Abuelos y mayores

El Papa Francisco: «Ancianos, raíces que los más jóvenes necesitan para llegar a ser adultos»

8.000 personas en San Pedro para la III Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores
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«Vigilar» para que «nuestras vidas y nuestras familias no marginen a los más ancianos». Este fue el llamamiento pronunciado por el Papa Francisco durante la homilía de la Misa concelebrada con el Prefecto Kevin Farrell con motivo de la III Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores en San Pedro, en presencia de 8.000 fieles, entre ellos muchos ancianos y abuelos con sus nietos y sus familias. Pensando en los abuelos y en los ancianos, «raíces que los más jóvenes necesitan para llegar a ser adultos», el Papa Francisco propuso

 

Crecer juntos

En la primera parábola, son el trigo y la cizaña los que crecen juntos, en el mismo campo (cf. Mt 13, 24-30). Es una imagen, explicó el Papa, «que nos ayuda a hacer una lectura realista: en la historia humana, como en la vida de cada uno, coexisten las luces y las sombras, el amor y el egoísmo». Pero «el cristiano es realista: sabe que en el mundo hay trigo y cizaña», y Jesús nos invita a hacer crecer el trigo bueno y la cizaña hasta el momento de la siega. «Qué hermosa es -subrayó el Papa- esta mirada de Dios, su pedagogía misericordiosa, que nos invita a tener paciencia con los demás, a acoger —en la familia, en la Iglesia y en la sociedad— la fragilidad, los retrasos y los límites. No para acostumbrarnos a ellos con resignación o para justificarlos, sino para aprender a intervenir con respeto, sacando adelante el cultivo del buen grano». Pienso en los ancianos y en los abuelos, prosiguió, «que han realizado ya un largo trecho en el camino de la vida y, al volver la vista atrás, ven tantas cosas hermosas que han conseguido, pero también derrotas, errores, incluso algunas cosas que —como se suele decir— “si volviera atrás no repetiría”. Hoy, sin embargo, el Señor viene a nuestro encuentro con una palabra dulce, que nos invita a acoger con serenidad y paciencia el misterio de la vida, a dejarle a Él el juicio, a no vivir de reproches y remordimientos».

 

Una nueva alianza: «permitamos el encuentro y el diálogo entre la tradición y las novedades del Espíritu»

La segunda parábola recordada por el Papa fue la de la minúscula semilla de mostaza, que cuando crece «es más grande que las otras plantas del jardín y se convierte en un árbol, tanto que las aves del cielo vienen a hacer nidos en sus ramas» (Mt 13,32). Francisco subrayó que «también nuestra vida es así, hermanos y hermanas: venimos a este mundo en la pequeñez, nos convertimos en adultos, después en ancianos; al principio somos una pequeña semilla, después nos nutrimos de esperanzas. Realizamos proyectos y sueños, el más hermoso de los cuales es llegar a ser como ese árbol, que no vive para sí mismo, sino para dar sombra a quienes desea y ofrecer un espacio a lo que quieren construir allí un nido. De este modo, los que crecen juntos en esta parábola son el añejo árbol y los pajaritos. Pienso en los abuelos, hermosos como estos árboles frondosos, bajo los cuales los hijos y los nietos realizan sus propios “nidos”, aprenden el clima de familia y experimentan la ternura de un abrazo. Se trata de crecer juntos. El árbol exuberante y los pequeños que necesitan del nido, los abuelos con los hijos y los nietos, los ancianos con los más jóvenes». A continuación, el Santo Padre subrayó la necesidad de «una nueva alianza entre jóvenes y ancianos», para que «la linfa de quien tiene a sus espaldas una larga experiencia de vida irrigue los brotes de esperanza de quien está creciendo. En este intercambio fecundo aprendemos la belleza de la vida, construimos una sociedad fraterna, y en la Iglesia permitimos el encuentro y el diálogo entre la tradición y las novedades del Espíritu».

 

Agitarnos, encontrarnos, tomarnos en brazos

Por último, dijo el Papa, «la tercera parábola, en la que crecen juntas la levadura y la harina (cf. Mt 13,33). Esta mezcla hace crecer toda la masa. Jesús usa precisamente el verbo “mezclar”, que evoca ese arte que conlleva «la mística de vivir juntos, de mezclarnos, de encontrarnos, de tomarnos de los brazos«, y de «salir de sí mismo para unirse a otros» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 87)». «Estemos atentos, para que nuestras aglomeradas ciudades no se conviertan en “concentrados de soledad”; para que la política, que está llamada a proveer a las necesidades de los más frágiles, no se olvide precisamente de los ancianos, dejando que el mercado los relegue a “descartes improductivos”. No vaya a suceder que, a fuerza de seguir a toda velocidad los mitos de la eficiencia y del rendimiento, seamos incapaces de frenar para acompañar a los que les cuesta seguir el ritmo. Por favor, mezclémonos, crezcamos juntos». Para concluir, el Santo Padre exhortó a no olvidar a los abuelos y a los ancianos: «Gracias a una caricia suya hemos vuelto a levantarnos, hemos reanudado el camino, nos henos sentido amados, sanados por dentro. Ellos se han sacrificado por nosotros y nosotros no podemos sacarlos de la agenda de nuestras prioridades».

 

De generación en generación

Al final de la celebración, cinco ancianos -uno de cada continente- entregaron simbólicamente la Cruz del Peregrino de la JMJ a cinco jóvenes que partían hacia Lisboa, para representar la transmisión de la fe, siguiendo el tema de la JMJ de este año: “Su misericordia se extiende de generación en generación” (Lc 1,50). El gesto encarnaba el compromiso de los ancianos y abuelos, invitados por el Santo Padre, de rezar por los jóvenes que parten y acompañarlos con su bendición. Más tarde, durante la oración del Ángelus, el Papa Francisco se asomó a la ventana de su estudio en el Palacio Apostólico con Miguel, un joven que partía hacia la JMJ, y Cesira, una anciana y abuela de dos nietos, a su lado, explicando: «Mientras muchos jóvenes se preparan para partir hacia la Jornada Mundial de la Juventud, se celebra la Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores. Que la proximidad entre las dos Jornadas sea una invitación a promover una alianza entre las generaciones, que es muy necesaria, porque el futuro se construye juntos, en el intercambio de experiencias y en el cuidado mutuo entre jóvenes y mayores. No los olvidemos».

 

 

 

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