Ancianos

Una nueva alianza entre jóvenes y ancianos

En San Pedro, la liturgia para la primera Jornada Mundial de los Abuelos y de los Mayores

Para muchos de los 2000 ancianos presentes en San Pedro el pasado domingo, la celebración de la primera Jornada Mundial de los Abuelos y de las Personas Mayores fue la primera oportunidad para salir del aislamiento forzado vivido desde marzo de 2020. La alegría de poder estar en una fiesta tan particular se mostraba en sus rostros.

La liturgia, en la que el Papa no pudo participar personalmente porque aún estaba convaleciente, fue presidida por Mons. Fisichella y concelebrada por el card. Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, y por el card. De Donatis.  Fue una celebración de la alianza entre jóvenes y ancianos y el Santo Padre lo subrayó en la homilía que preparó para la ocasión y que fue leída por Mons.  Fisichella: “Hoy tenemos necesidad de una nueva alianza entre los jóvenes y los mayores, hoy tenemos necesidad de compartir el común tesoro de la vida, de soñar juntos, de superar los conflictos entre generaciones para preparar el futuro de todos. Sin esta alianza de vida, de sueños, de futuro, nos arriesgamos a morir de hambre, porque aumentan los vínculos rotos, las soledades, los egoísmos, las fuerzas disgregadoras. Frecuentemente, en nuestras sociedades hemos entregado la vida a la idea de que ‘cada uno se ocupe de sí mismo’. Pero eso mata”.

Nadie se salva solo, ni los jóvenes ni los ancianos y por eso es necesario mirarlos con una nueva mirada contemplativa, definió el Papa: “Los abuelos y los mayores no son sobras de la vida, desechos que se deben tirar. Ellos son esos valiosos pedazos de pan que han quedado sobre la mesa de nuestra vida, que pueden todavía nutrirnos con una fragancia que hemos perdido, “la fragancia de la misericordia y de la memoria”. No perdamos la memoria de la que son portadores los mayores, porque somos hijos de esa historia, y sin raíces nos marchitaremos. Ellos nos han custodiado a lo largo de las etapas de nuestro crecimiento, ahora nos toca a nosotros custodiar su vida, aligerar sus dificultades, estar atentos a sus necesidades, crear las condiciones para que se les faciliten sus tareas diarias y no se sientan solos. Preguntémonos: “¿He visitado a los abuelos? ¿a los mayores de la familia o de mi barrio? ¿Los he escuchado? ¿Les he dedicado un poco de tiempo?”. Custodiémoslos, para que no se pierda nada. Nada de su vida ni de sus sueños. Depende de nosotros, hoy, que no nos arrepintamos mañana de no haberles dedicado suficiente atención a quienes nos amaron y nos dieron la vida”.

En su mensaje para la Jornada, el Papa Francisco había confiado a los ancianos la tarea de convertirse en intercesores y proteger al mundo con la oración y, por ello, al final de la celebración, simbólicamente, cinco ancianos de los cinco continentes, junto a los celebrantes, rezaron a la Virgen.

A la salida de la Basílica, como un signo más de la alianza entre generaciones, algunos niños y jóvenes entregaron a los abuelos y ancianos presentes una flor y el mensaje que el cardenal Farrell les había entregado en nombre del Santo Padre.

29 de julio de 2021