Dublín: Teresa Kettelcamp

Dignidad y seguridad en la era digital

Un miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de Menores habla: "Quien tiene la capacidad de ayudar, entonces tiene la responsabilidad de ayudar"
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“Internet puede ser una puerta abierta al bien o al mal. La Unión Internacional de Telecomunicaciones, un organismo de las Naciones Unidas, estimó que en junio de 2017 el 51% de la población mundial tuvo acceso a Internet: alrededor de 3.200 millones de personas, de las cuales 2.000 millones pertenecen a los países desarrollados y  89 millones a los países menos desarrollados".

El análisis realizado por Teresa Kettlecamp, miembro de la Comisión Pontificia para la Protección de los Menores, en su intervención en la mesa redonda sobre el tema "Dignidad y seguridad en la era digital: ante un nuevo reto para las familias", parte de estas cifras.

"Si existen muchos usos buenos y positivos de Internet -explicó- también hay que detectar la presencia del mal: pornografía infantil, extorsión y explotación en línea, tráfico sexual, ciberacoso y amenazas, venganza-porno (venganza con trasfondo pornográfico por la difusión de imágenes íntimas una vez finalizada la relación entre dos personas, NDR), sexting (transmisión de imágenes íntimas en línea por chat privado, NDR), presencia de depredadores en línea”.

¿Qué podemos hacer? "La respuesta -explicó- puede provenir de los principios inspiradores de nuestra Fundación para la Protección Universal de la infancia: en primer lugar, la vida es sagrada, porque todos hemos sido creados a imagen y semejanza de Dios, el Alfa y la Omega, el Principio y el Fin; además, si creemos en lo que decimos creer y si creemos en lo que dicen las Escrituras y esto actúa sobre nuestras convicciones, nosotros podremos poner fin al abuso, la pobreza, el racismo, el acoso escolar, el odio, por nombrar sólo algunos males. Quien tiene la capacidad de ayudar, entonces tiene la responsabilidad de ayudar”.

22 de agosto de 2018