Papa Francisco
Un camino del “yo” al “nosotros”
Las palabras del Papa en la catequesis sobre el sexto mandamiento: “No cometerás adulterio”
Toda vocación cristiana, como el sacerdocio y la virginidad consagrada, es esponsal. El Papa Francisco lo recordó ayer en la audiencia completando la catequesis sobre el sexto mandamiento : “No cometerás adulterio”.
El Pontífice comentó la Epístola de San Pablo Apóstol a los Efesios, definiéndola como un texto "revolucionario" porque, con "la antropología de aquella época", afirma "que el marido debe amar a su mujer como Cristo ama a la Iglesia".
El Pontífice recordó que "el amor fiel de Cristo es la luz para vivir la belleza de la afectividad humana", en la fidelidad, la acogida y la misericordia. Un mandamiento que, recuerda el Papa, al referirse "explícitamente a la fidelidad matrimonial", nos lleva a detenernos "en su sentido esponsal". Un "mandamiento de fidelidad", explicó Francisco, destinado no sólo a los esposos, sino a "todos", porque "es una Palabra paterna de Dios dirigida a cada hombre y a cada mujer".
"Para casarse - continuó el Papa - ¡no basta con celebrar la boda! Hay que hacer un viaje del yo al nosotros, de pensar por nosotros mismos a pensar en dos, de vivir por nosotros mismos a vivir en dos: es un viaje hermoso, es un bonito viaje. Cuando conseguimos descentralizarnos, entonces cada acto llega a ser esponsal: trabajamos, hablamos, decidimos, nos encontramos con los demás con una actitud acogedora y oblativa".
En este sentido, añadió Francisco, "toda" vocación cristiana es esponsal: “El sacerdocio es esponsal porque es la llamada, en Cristo y en la Iglesia, a servir a la comunidad con todo el afecto, la atención concreta y la sabiduría que el Señor da. La Iglesia no necesita aspirantes al papel de sacerdotes -no, no son necesarios, es mejor que se queden en casa- . La Iglesia necesita hombres a los que el Espíritu Santo toca el corazón con un amor sin reservas por la Esposa de Cristo".
Así, "a partir de su fidelidad, de su ternura, de su generosidad, miramos con fe el matrimonio y toda vocación, y comprendemos el sentido pleno de la sexualidad. La criatura humana, en su inseparable unidad de espíritu y cuerpo, y en su polaridad masculina y femenina, es una realidad muy buena, destinada a amar y a ser amada. El cuerpo humano no es un instrumento de placer, sino el lugar de nuestra llamada al amor, y en el amor auténtico no hay lugar para la lujuria y su superficialidad. ¡Cada hombre y mujer - concluyó el Papa – merece mucho más!”
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