Vida

30° aniversario de la encíclica «Evangelium vitae». La vida es siempre un bien

La reflexión de Su Exc. Mons. Mons. Gervasi en "L'Osservatore Romano"
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«El Evangelio de la vida está en el centro del mensaje de Jesús» (EV, 1). De esta manera el 25 de marzo de 1995, el Santo Padre Juan Pablo II iniciava la carta encíclica Evangelium vitae, de la cual recordamos su trigésimo aniversario de publicación.

La intención de la encíclica era la de «meditar de nuevo y anunciar el Evangelio de la vida, esplendor de la verdad que ilumina las conciencias, luz diáfana que sana la mirada oscurecida, fuente inagotable de constancia y valor para afrontar los desafíos siempre nuevos que encontramos en nuestro camino» (EV, 6). La carta se basaba en la constatación de las gravísimas violaciones de la dignidad humana delante de las cuales la Iglesia no puede permanecer en silencio, sino que debe alzar «el clamor evangélico en defensa de los pobres del mundo y de quienes son amenazados, despreciados y oprimidos en sus derechos humanos» (Juan Pablo II, Carta a todos los Obispos de la Iglesia sobre la Intangibilidad de la Vida Humana, 19 de mayo de 1991). 

Anunciar el Evangelio de la Vida siempre y en todos los contextos

El Pontífice había denunciado claramente los atentados que la persona humana sufre a lo largo de todo el arco de la vida: millones de vidas forzadas a la miseria, desnutrición y hambre, violencia de las guerras, comercio de las armas, desorden imprudente de los equilibrios ecológicos, difusión criminal de la droga, modelos inaceptables y arriesgados del ejercicio de la sexualidad. Después, se detenía en los atentados concernientes a la vida naciente y a la vida terminal, donde la vida misma se encuentra «en situaciones de máxima precariedad, cuando está privada de toda capacidad de defensa» (EV, 11). De manera profética, Juan Pablo II había hablado de estructuras de pecado y de una cultura de muerte que se estaba difundiendo y cuyos efectos ya eran visibles en la crisis demográfica. Sin embargo, contra estos abusos del poder, el Papa reiteró que «la vida es siempre un bien» (EV, 31) y aún cuando pueda estar amenazada, ella siempre es un bien precioso, objeto de un amor tierno y fuerte de parte de Dios. En la Encíclica, Juan Pablo II auguraba también una continuación de la obra de la caridad hacia cada forma de la vida humana y «una paciente y valiente obra educativa» (EV, 88), que pusiera a disposición numerosas actividades para promover una nueva cultura de la vida y «la formación de la conciencia moral sobre el valor inconmensurable e inviolable de toda vida humana» (EV, 96). El anuncio de la sacralidad de la vida humana y de su indisponibilidad respecto a las pretensiones de una libertad individualista, que quisiera disponer de ella como le plazca, nunca ha faltado por parte de los sucesivos pontífices y del magisterio de la Iglesia, hasta el reciente documento del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, Dignitas infinita, que proclama: «una dignidad infinita, que se fundamenta inalienablemente en su propio ser, le corresponde a cada persona humana, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre» (DI, 1). Y cómo no recordar los fuertes llamados del Papa Francisco para custodiar la vida: «Cuando hablamos del hombre, nunca olvidemos todos los atentados a la sacralidad de la vida humana. La plaga del aborto es un atentado a la vida. Es atentado a la vida dejar morir a nuestros hermanos en las pateras en el canal de Sicilia. Es atentado a la vida la muerte en el trabajo por no respetar las mínimas condiciones de seguridad. Es atentado a la vida la muerte por desnutrición. Es atentado a la vida el terrorismo, la guerra, la violencia; pero también la eutanasia. Amar la vida es ocuparse siempre del otro, querer su bien, cultivar y respetar su dignidad trascendente» (Francisco, Discurso a los participantes en el encuentro organizado por la Asociación Ciencia y Vida, 30 de mayo de 2015).

Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida: formación de los laicos y de las nuevas generaciones al valor de cada vida humana

En la línea de este magisterio ininterrumpido de los Sumos Pontífices para anunciar el Evangelio de la Vida, en el 30° aniversario de la publicación de la Encíclica Evangelium vitae, el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida presenta un Subsidio, con el título: La Vida es siempre un bien. Iniciar procesos para una Pastoral de la Vida humana, que quiere proponer un método para difundir una pastoral de la vida, en un modo capilar, en las diversas diócesis del mundo. También los obispos, en sus frecuentes Visitas ad limina a la Santa Sede, han reafirmado la urgencia de un impulso para custodiar y promover la vida y la dignidad de cada persona humana. En un Webinar organizado por el Dicasterio en el 2024, con los responsables de las oficinas de Familia y vida de las conferencias espicopales de todo el mundo, se ha dado inicio a un proceso común de desarrollo de la pastoral para la vida humana. El subsidio se pone al servicio de este proceso. Se trata de una propuesta que sugiere cómo aplicar el método sinodal del discernimiento en el Espíritu en lo que respecta a los numerosos temas vinculados a la vida humana y las modalidades para defenderla en los diversos contextos geográficos y culturales. A través de un diálogo común, se quiere sostener el camino de cada diócesis para que pueda invertir en los recursos necesarios para una formación más eficaz de los laicos y aumentar en las nuevas generaciones la sensibilización sobre el valor la vida humana. En efecto, la formación de las conciencias es el punto clave para promover la cultura de la vida en una manera renovada. No se trata solo de ir en contra de una determinada cultura, más bien se trata de mostrar la belleza y la verdad más grandes, la alegría más grande y connatural en el defender la vida a lo largo de todo su curso.

Por esto es importante crear un dinamismo pastoral, que contemple propuestas de amplio alcance: promover itinerarios formativos según la antropología cristiana, que involucren en su preparación a niños y jóvenes, adultos, familias y ancianos; prever servicios pastorales institucionalizados, como por ejemplo la creación de un Grupo diocesano de expertos y de personas comprometidas en la Pastoral de la Vida; nutrir el diálogo cultural, ya sea hacia dentro de la Iglesia o hacia fuera de ella con las instituciones de la cultura y de la escuela.

La cultura de la vida es mucho más fuerte que la cultura de la muerte y reaviva la esperanza

El Santo Padre nos ha recordado muchas veces que iniciar procesos es más importante que obtener resultados inmediatos. Respecto a los años noventa, puede parecer que sea algo difícil frenar el avance de una determinada cultura de la muerte, es decir, de una cultura que tiende a descartar la vida cuando no es útil o beneficiosa. En realidad, sabemos que la cultura de la vida es mucho más fuerte que la cultura de la muerte. La cultura de la vida, aquella que la custodia y la promueve siempre, por su propia naturaleza está llamada a renovarse y a crecer. Un Centro de ayuda a la vida que apoya a una joven migrante para que dé a luz a su hijo y que luego los acoge con amor en una casa para la familia, es un signo mucho más elocuente que miles de otras consideraciones. Al dolor de una vida que podía ser negada fácilmente en el silencio, se opone ¡el gemido festivo de un recién nacido y el abrazo de una mamá a su hijo! ¡La vida habla siempre de un futuro y reaviva la esperanza! Que la iniciativa vinculada al Subsidio “La vida es siempre un bien” pueda ayudarnos a seguir y a servir a cada vida humana y a Aquel que es la Vida misma (Jn 14,6). ¡Él ha venido para que tengamos vida y la tengamos en abundancia! (Jn 10,10).

 

Mons. Dario Gervasi

Secretario adjunto

Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida

25 de marzo de 2025
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