Santidad laical
“La vida ordinaria es el lugar concreto del encuentro con el Señor”
Linda Ghisoni, Subsecretaria del Dicasterio, habla de las dos nuevas beatas y anima a las laicas de hoy a dedicarse con amor a aquello que se les ha confiado
En el mes mariano por excelencia, la Iglesia presenta como ejemplo dos nuevas beatas, dos mujeres, dos laicas.
El sábado 4 de mayo, Concepción (Conchita) Cabrera de Armida fue proclamada Beata en la Ciudad de México. Una vida extraordinariamente fructífera. Esposa, madre de nueve hijos, fundadora de asociaciones laicales y religiosas, las “Obras de la Cruz”, mística y con una misión especial para la santificación de los sacerdotes.
“Conchita -explica Linda Ghisoni, Subsecretaria del Dicasterio- no huyó de los compromisos de la vida ordinaria de esposa y madre y nos mostró cómo, precisamente en ellos, vivía el lugar teológico de su encuentro con el Señor, impregnando las actividades cotidianas de un amor fecundo y elevándolas a un ambiente de santidad”.
Guadalupe Ortiz de Landázuri, que será beatificada el sábado 18 de mayo en Madrid, tiene un perfil diferente. Profesora de química, trabajó en México para difundir el mensaje del Opus Dei. Vivió entonces entre Roma y Madrid y fue una de las primeras mujeres en formar parte de la Obra. Además, fue una colaboradora muy cercana de san Josemaría Escrivá de Balaguer.
“Guadalupe - explica Linda Ghisoni - ha vivido su secularidad cultivando los talentos que había recibido a nivel intelectual y relacional, dedicándose a su profesión y a su vida ordinaria, amando a Jesucristo por encima de todas las cosas”.
“En Conchita y Guadalupe no se nos da un modelo sin igual de dos beatas, cuya efigie sería admirable por sus hazañas o por estar ensalzadas en un nicho. Su vida es un estímulo, sobre todo para las laicas de hoy, para dedicarse con amor a lo que se les confía en la familia, en el trabajo profesional, conscientes de que la vida ordinaria, incluso con todos los problemas y dificultades -de los que no se han librado ni siquiera Conchita ni Guadalupe-, no es un obstáculo, sino el lugar concreto en el que nos encontramos con el Señor y en el que vivir el amor cristiano que transforma y embellece el mundo”.
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