Christus Vivit
Cinco años después de la exhortación apostólica postsinodal "Christus vivit": mensajes y desafíos para el futuro
En L'Osservatore Romano, una reflexión del Card. Kevin Farrel
Foto de grupo, pre-sínodo 2018
L'Osservatore romano - En 2019, con la Exhortación apostólica postsinodal Christus vivit, el Papa Francisco llevó a término el camino sinodal que él mismo inició en octubre de 2016, cuando anunció el tema de la XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos: “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”. Por primera vez, la Iglesia escuchaba a los jóvenes a gran escala: a través de las numerosas consultas locales, en el pre-Sínodo celebrado en Roma en el que participaron alrededor de 300 jóvenes; durante la propia Asamblea Sinodal a la que asistieron jóvenes delegados de todo el mundo.
Cinco años después de la publicación de Christus vivit, el 25 de marzo de 2019, conviene ante todo volver a los tres grandes mensajes dirigidos a los jóvenes por el Santo Padre, contenidos en el capítulo IV, corazón de la Exhortación apostólica.
Tres grandes mensajes
Dios es amor. La primera gran realidad que se anuncia a un corazón joven es que “Dios es amor”. “Dios te ama, nunca lo dudes” (ChV 112), dice el Santo Padre a cada joven, el suyo es un amor que “sabe más de levantadas que de caídas, de reconciliación que de prohibición, de dar nueva oportunidad que de condenar, de futuro que de pasado” (ChV 116). Los jóvenes necesitan, antes que nada, sentirse amados y tener la certeza de que Alguien los ha creado para derramar en ellos su amor infinito.
Cristo te salva. El segundo gran mensaje es que “Cristo te salva”. Jesús nos ama y nos salva porque “sólo lo que se ama puede ser salvado. Solamente lo que se abraza puede ser transformado. El amor del Señor es más grande que todas nuestras contradicciones, que todas nuestras fragilidades y que todas nuestras pequeñeces” (ChV 120). El amor de Jesús que salva y transforma concierne a todos los jóvenes, y por eso, como nos recordó con fuerza el Santo Padre durante la Jornada Mundial de la Juventud en Lisboa, hay que llevarlo a todos, ¡a todos!
¡Él vive! El tercer mensaje fundamental es que “¡Cristo vive!”. En el anuncio cristiano a los jóvenes hay que hacer siempre un “paso al hoy” para evitar considerar a Jesús sólo como un buen ejemplo del pasado, un mero recuerdo, como alguien que cumplió su misión hace dos mil años pero que ahora no nos sirve, no nos libera, nos deja igual que antes (cf. ChV 124). Por lo tanto, de la certeza de que Jesús está aquí, ahora, a mi lado y “en mí”, nace un nuevo impulso: “Si Él vive eso es una garantía de que el bien puede hacerse camino en nuestra vida... Entonces podemos abandonar los lamentos y mirar para adelante, porque con Él siempre se puede” (ChV 127).
Desafíos pastorales
Además de los tres mensajes kerigmáticos del capítulo IV, conviene situar en paralelo algunos grandes desafíos que el documento pontificio plantea a la pastoral juvenil y por los que debemos dejarnos interpelar de nuevo, recordando siempre que los jóvenes son el presente y no sólo el futuro de la Iglesia y del mundo (cf. ChV 64).
Crear experiencias de encuentro. Un primer gran desafío es conseguir que todas las propuestas pastorales dirigidas a los jóvenes se conviertan en una oportunidad de encuentro personal con Cristo. Un buen ejemplo a tener en cuenta son las Jornadas Mundiales de la Juventud, que se centran precisamente en la experiencia del encuentro: encuentro con Cristo, con la propia historia y vocación, con el Papa y la Iglesia, y con otros jóvenes. Los frutos de estas experiencias de encuentro, aunque no sean inmediatamente visibles, son muchos: los primeros brotes tiernos de un futuro matrimonio; el comienzo de una llamada a la vida consagrada; la escucha del grito de los pobres, la llamada de los excluidos y de la Creación, que impulsan a los jóvenes a levantarse y actuar rápidamente, comprometiéndose en el servicio, el voluntariado, la caridad, la vida social, la política. Este estilo de encuentro adquiere cada vez más valor en nuestra sociedad, en la que los jóvenes están expuestos al riesgo del aislamiento y del repliegue sobre sí mismos, especialmente a causa del uso excesivo de las redes sociales.
Hacer sitio a los jóvenes. Es necesario dar espacio a los jóvenes y a su ardor, no relegándolos a un lugar marginal ni aislándolos del resto de la comunidad, sino aprendiendo a caminar con ellos, siguiendo su ritmo. En este sentido, el Santo Padre habla de una “pastoral juvenil popular” (ChV 230-238) que vaya más allá de los esquemas habituales, que experimente nuevos métodos y ritmos, y que se desarrolle en los lugares donde los jóvenes se mueven concretamente, valorizando también a aquellos jóvenes creyentes que son líderes naturales y saben animar e impulsar a sus coetáneos (ChV 230).
Vivir la sinodalidad. La Iglesia, a todos los niveles, está invitada a escuchar la voz de los jóvenes y a fomentar su participación activa. Las Iglesias locales donde esto se ha hecho han visto nacer verdaderos talleres de sinodalidad vivida y, en varios casos, han sido los propios jóvenes quienes han pedido con valentía a su comunidad local “caminar juntos” mediante un dinamismo de corresponsabilidad (cf. ChV 206).
Llegar a todos. Nunca podemos contentarnos con el reducido número de jóvenes que ya se sienten en la Iglesia y que constituyen una gran parte de los grupos juveniles parroquiales o de los movimientos eclesiales. La misión que Christus vivit nos confía es tener el valor y la confianza de salir al encuentro de los que están lejos de cualquier experiencia de fe. El Santo Padre nos invita a creer en la fuerza evangelizadora de los mismos jóvenes, porque muchos de ellos, más que los que creemos, están deseosos de llegar a sus coetáneos y de encender estrellas en la noche de otros jóvenes (cf. ChV 33).
En su mensaje a los jóvenes publicado ayer, el Santo Padre habla repetidamente de esperanza. La esperanza que nace de la certeza de la presencia viva de Cristo junto a cada joven, de modo que “las cargas más grandes se volverán menos pesadas, porque será Él quien las lleve contigo”. La esperanza en la Resurrección que marca “la victoria de la vida sobre la muerte” y de la que es signo fuerte la Cruz “vacía”, sin Crucifijo, de la JMJ, que los jóvenes siguen llevando por el mundo. La esperanza que los mismos jóvenes representan para la Iglesia, ellos, en efecto, afirma el Santo Padre, son “la esperanza viva de una Iglesia en camino” y por ello les exhorta diciendo: “no permitan que nos falte nunca su modo original de vivir y anunciar la alegría de Jesús Resucitado” (Mensaje a los jóvenes en el 5º aniversario de la Exhortación Apostólica postsinodal Christus vivit, 25 de marzo de 2024).
Por lo tanto, pensando en los jóvenes, adoptemos todos esta “mirada de esperanza” que nos propone el Santo Padre, no dejemos que prevalezca hacia ellos el pesimismo, la resignación, la apatía. Nuestra tarea como Iglesia “adulta” es estar cerca y unidos a la “Iglesia joven”, como se ve en la hermosa imagen de Pedro y Juan junto al sepulcro (cf. ChV 299). Estamos invitados a poner la experiencia y la sabiduría de los años al servicio de los jóvenes, a mostrarles la meta, a canalizar constructivamente sus dones y talentos. Pero nunca debe faltar en nosotros la certeza de que los jóvenes tienen entusiasmo, carisma, ideas nuevas, inspiraciones, ideales nobles y, sobre todo, fe sincera y amor al Señor Jesús.
Kevin Card. Farrell, Prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida
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