Recuperar y anunciar de nuevo la esperanza

El cardenal Kevin Farrell, prefecto del Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida, dio la bienvenida a los aproximadamente 250 participantes, moderadores y representantes de las 115 asociaciones reconocidas por el Dicasterio, del Encuentro Anual 2025 (4-6 de junio de 2025) sobre el tema «La esperanza vivida y anunciada: el don del Jubileo para las agregaciones eclesiales».

El cardenal Farrell introdujo la sesión inaugural invitando a todos a seguir experimentando y anunciando la esperanza a las mujeres y los hombres de nuestro tiempo. «Reflexionaremos», dijo, «sobre los dos grandes temas de la misión y la formación, para que lo que vosotros habéis vivido pueda transmitirse también a las nuevas generaciones».

Ofrecer a los hombres y mujeres de este tiempo la oportunidad de encontrar en Cristo la verdadera esperanza que ilumina la vida

Recordando las necesidades de nuestro tiempo, el prefecto invitó a reflexionar sobre algunos puntos importantes en los que trabajar durante estos dos días de encuentro: «También hoy vuestros grupos están llamados a ofrecer a los hombres y mujeres de este tiempo la oportunidad de encontrar en Cristo la verdadera esperanza que ilumina la vida. También hoy deben surgir de vuestros grupos iniciativas misioneras para comunicar al mundo la esperanza encontrada. También hoy los jóvenes deben ser formados para convertirse en hombres y mujeres de esperanza en un mundo a menudo aplastado por la desesperación y el cinismo».

Tras la ponencia inaugural, los participantes escucharon una ponencia del Prof. Luigino Bruni y del Prof. Andrea Riccardi sobre el tema «¿Cuáles son los retos para los movimientos hoy en día?», seguida de preguntas y debate.

La liturgia penitencial: errores y omisiones de los movimientos y de los pastores, invocación al Espíritu para una verdadera conversión

El primer día de trabajo ha continuado con una liturgia penitencial en la Basílica de San Pedro, durante la cual la escucha de la Palabra de Dios será seguida por dos momentos: el reconocimiento de las faltas, los errores y las omisiones de los movimientos y los pastores con respecto al carisma, a las personas y a la misión de la Iglesia misma; y la invocación al Espíritu Santo para que guíe a todas las agrupaciones de fieles hacia la conversión necesaria, en fidelidad a su misión de llevar el Evangelio a las mujeres y los hombres de nuestro tiempo.